Félix Vargas
Maurica, 1993
Óleo sobre tela
20 x 30cm
Barcelona, estado Anzoátegui
Colección Manuel Bas
Maurica, 1993
Óleo sobre tela
20 x 30cm
Barcelona, estado Anzoátegui
Colección Manuel Bas
Félix Vargas
Joropo Criollo, 1994
Esmalte industrial sobre masonite
49 x 60 cm
Barcelona, estado Anzoátegui
Coleccón Manuel Bas
Esmalte industrial sobre masonite
49 x 60 cm
Barcelona, estado Anzoátegui
Coleccón Manuel Bas
Félix Vargas
Cruz de Mayo en Maurica, 1993
Oleo sobre Tela
60 x 50 cm
Barcelona, estado Anzoátegui
Coleccón Manuel Bas
Oleo sobre Tela
60 x 50 cm
Barcelona, estado Anzoátegui
Coleccón Manuel Bas
Félix Vargas la Redención a Través de la Pintura
Félix Vargas es un personaje oscuro
y olvidado para Barcelona. Un sujeto olvidado, y si alguien lo recuerda, lo
hace con amargura, porque para el común denominador de los barceloneses era un
antisocial, un marginado social. No culminó la primaria. Fue un granuja, que
muy joven comenzó su carrera delincuencial por allá por los años sesenta,
teniendo como epicentro “Playa Maurica”. Creó fama en Barcelona por su
actividad delictiva. En 1973 fue apresado por la Policía Metropolitana,
procesado por la justicia y condenado a 20 años de prisión, de los cuales
dieciocho cumplió en el Internado Judicial de Ciudad Bolívar y los dos últimos
años en el Internado Judicial de Barcelona (Cárcel de Puente Ayala).
Claro está el objetivo de estas
líneas no es el de hacer una “ficha delictiva” de Félix, he dicho todo esto
sobre él para poner las cosas en el contexto, de lo que en definitiva quiero
expresar es, sobre su breve última etapa de su vida: Felix Vargas “el pintor”.
Estando pagando sus dos últimos años de condena en la “Cárcel de Puente Ayala”,
el Ministerio de Justicia, a través de la Dirección de Prisiones organizó una
serie de talleres formativos para los presos, para cuando salgan en libertad
tengan un oficio para insertarse en la sociedad. Vargas se inscribe en el
taller de artes plásticas, dando así sus primeros pasos como artista. Los cuadros
que pintaba estando en prisión le servía de manutención.
Una vez puesto en libertad en 1993,
regresa a su casa donde había vivido, en el sector Buenos Aires de Barcelona,
donde nació probablemente en 1934. Todo había cambiado. Era un extraño para la
gente que había conocido. Ahora se encontraba sobre sus espaldas con todos los
estigmas sociales: desempleado, expresidiario, minusválido, marginal, viejo y
enfermo; pero aun así, en estas circunstancias, Félix Vargas no volvió a
delinquir.
La actividad artística que había
comenzado hacia 1991, la continúo hasta su muerte. Su actividad pictórica fue
breve y fugaz. No dejó muchas obras pintadas, pero tuvo la voluntad y el coraje
para seguir su carrera artística y alejarse de la vida delictiva. Para Félix
Vargas la pintura fue como una “redención” de sus penas. Se dedicó por entero a
ella, se mantenía económicamente de uno u otro cuadro que vendía.
Hacia el 1993, comenzó a frecuentar
la “Marquetería Barcelona” de Manuel Alcalá, ubicada en Barcelona en la esquina
que hace con las calles: San Carlos con Ayacucho, quien le adquiría los cuadros
que le llevaba Vargas. Este lugar era visita obligatoria para el pintor porque
tenía mercado para sus obras. Conocí a Felix Vargas en 1996 en el negocio antes
referido, por intermedio de Alcalá. A partir de ese entonces entablamos una
amistad, le compre varios cuadros. Alcalá y yo nos convertimos en alguna medida
en sus mecenas.
Su obra pictórica es tan fugaz como
su vida. Naturalmente nunca hizo una exposición, a él no le importó hacerla.
Cuadro que pintaba, cuadro que vendía para subsistir, pero aun así, la pintura
era un asunto serio para Vargas. No creo que ningún museo hubiera tenido
agallas para hacerle una exposición a un expresidiario marginal, pero más allá
de todo esto, hay algo cierto, Félix Vargas era un genuino pintor. Un hombre
que fue catequizado por la pintura, para lograr su redención. Su obra no fue
conocida en Barcelona, por lo tanto tampoco apreciada, excepto por su círculo
de amigos de la “Marquetería Barcelona”. Como todo expresidiario, sale marcado
de la cárcel de por vida, con el estigma de “hombre malo”, del que nadie debe
fiarse. Quizá esto influyó en su anonimato como pintor. Sin embargo, el Félix
Vargas que yo conocí, era un hombre amable, tranquilo: era un pintor.
Además de la “Marquetería
Barcelona”, aunque con menor frecuencia, visitaba la “Marquetería Sapina” de
Francisco Femenias”, ubicada en la Avenida el Amor de Barcelona, al lado de la
Notaría Pública, donde vendía parte de su producción artística. De esta manera,
a grandes rasgos transcurrió sus cinco años que tuvo en libertad, la cual le
dedicó a la pintura.
El pintor empleó como soportes:
cartón piedra, telas y papeles. Estos se los suministraba Manuel Alcalá. En
cartón piedra y tela produjo un grupo de obras con un fondo monocromos: negro y
blanco, de perspectiva plana, pintadas algunas con esmalte industrial, otras
con óleo, influenciadas por la obra de Feliciano Carvallo, que seguramente vio
en alguna revista. Sobre este fondo negro o blanco escamatizaba con colores
vivos su obra con una opulencia cromática, como una especie de ráfaga de
emoción lírica que produce en la retina del ojo un deliquio colorir. Abordaba
temas: tradicional, folklórico y festivo. También pintó marinas, que tomaba como
motivo “Playa Maurica”, Barcelona, que para pintarlas el artista se trasladaba
hasta la playa donde pasaba horas contemplando y pintando. Estas obras denotan
escenas marinas como detenidas en el tiempo, cargadas de nostalgia, que le
traía al artista muchos recuerdos. Trabajo cierta cantidad de acuarelas en
block de dibujo donde se ocupó de la arquitectura urbana y de paisajes.
A finales de 1998, una mañana paso
por la “Marquetería Barcelona” a despedirse, porque al día siguiente lo
hospitalizaban, estas fueron sus últimas palabras: “mañana me hospitalizan,
vengo a despedirme, porque creo que no regreso”. Estaba enfermo, muy enfermo,
se veía hinchado. A los pocos días de hospitalizado, muere de hidropesía en el
Hospital Central “Dr. Luis Razetti” de Barcelona estado Anzoátegui a los 64
años de edad, dejando como enseñanza que la pintura fue para él como una
“redención”, después de haber llevado una vida contrahecha.
Después
de muerto participó en tres exposiciones. En abril de 2001, Manuel Alcalá incluye
una obra de Félix Vargas, en una muestra colectiva en el marco de la
celebración del XIV Aniversario de la Fundación de la Universidad Gran Mariscal
de Ayacucho (UGMA). En el 2004, Moshe Aramati, Director – Propietario de Sharon
Galería, Centro de Arte, selecciona una obra del artista, para la colectiva
“Perspectivas Múltiples”, Arte Ingenuo Venezolano”. Participa con una obra en una muestra en la celebración de las
Fiestas Patronales de San Mateo, Estado Anzoátegui, organizada por la Casa de
la Cultura, en el 2007; siendo éstas las únicas en que ha participado hasta la
fecha.
El hecho de que el artista no gozó
en vida del reconocimiento de su trabajo artístico, esto no implica que se
escriban estas líneas para dar a conocer su vida y obra como una manera de
rescatarlo del olvido. Es posible de que me acusen de escribir sobre un artista
secundario o mediocre en la Historia de la Pintura de Anzoátegui, prefiero
optar por la amplitud pluralista y tolerante y no negarle a Félix Vargas una
oportunidad póstuma de ejercer el derecho de mostrar su obra. Creo que vale la
pena, porque nuestro pintor encontró en la pintura su redención.
Los Teques, 30 de enero de 2012
Manuel Bas. Profesor Agregado. Universidad Simón Rodríguez
Palabras de Agradecimiento. Quiero expresar mi
gratitud a mi amigo, compañero de ruta en las artes, Artista Plástico,
Licenciado Manuel Alcalá, por el aporte de información valiosa para la
realización de este trabajo.
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