martes, 24 de enero de 2012

EDUARDO FULCO

 Eduardo Fulco
Paisaje, 1968
Óleo sobre tela
53x45 cm
Barcelona, Estado Anzoátegui


Eduardo Fulco
Muchacho Cazador, 1968
Grafito sobre cartón
30x20 cm
Barcelona, Estado Anzoátegui
Fotografía cortesía Dr. Oswaldo Mora Núñez


 
Eduardo Fulco
La Catedral de Barcelona, 1984
Témpera sobre canva
60,9x50,8 cm
Barcelona, Estado Anzoátegui 



Eduardo Fulco El Pintor de la Vieja Casa Colonial de la Calle Bolívar.

       Eduardo Fulco es uno de esos casos en la que a pesar de haber vivido en la calle Bolívar, a dos cuadras de la Avenida 5 de Julio (ahora Boulevard 5 de Julio), en el Casco Histórico de Barcelona, estado Anzoátegui, en una vieja casona colonial; ciudad ésta en la que los límites en términos urbanísticos la hacían demasiada pequeña que parecía una ciudadela atrapada por la ruralidad, si la comparamos con la de hoy, en la que muchas zonas rurales son ahora urbanas; permitiendo aparecer muchas barriadas populares. En esta ciudad estrecha, como detenida en el tiempo, epicentro de la vida pública de Anzoátegui, era fácil conocer bien sea de trato o de oida a las personas que en ella vivían. Sin embargo, Eduardo Fulco fue un desconocido para sus coterráneos. Desconocido dos veces: como ciudadano nadie lo recuerda; ni mucho menos como Eduardo Fulco el pintor.

       Esto se debe por razones que no están ni siquiera muy claras para su familia, pues sin explicación alguna, Fulco siendo un adolescente, decidió no estudiar más e imponerse autoencierro voluntario en aquella vieja casona, de la calle Bolívar de Barcelona, en la que llevó una vida monástica y de celibato dedicado al culto de la pintura. A partir de ese momento perdió contacto con la vida social convirtiéndose en sujeto antisociable, desarrollando una sociopatología conocida como “Síndrome Diógenes”. No se sabe si esto fue ocasionado por algún desvarío amoroso o amistoso. No se casó, no tuvo hijos. No obstante, esta circunstancia derivó en consagrar su vida a la actividad pictórica, sin haber cursado estudios en ninguna escuela de arte. Nunca participó en exposición alguna. Su obra fue desconocida para sus contemporáneos. Fue un pintor que vivió en el anonimato artístico.

       Por aquellas circunstancias de la vida, diecisiete años después de su muerte, su sobrina Antonieta Fulco decidió dar a conocer públicamente los cuadros de su tío. Le propuso a su amiga Maritza Vieira, estudiante de la Escuela de Arte “Armando Reverón” gestionar para hacer una exposición. Ésta última le comunicó la idea a Eduardo Lezama, hijo del fallecido poeta y pintor barcelonés, Eduardo Lezama quien me convenció para ir a ver las pinturas. Lezama me puso en contacto con Maritza Vieira y fui con ella a la casa de Fulco, vi algunas pinturas, las cuales me parecieron interesantes, seleccioné una obra: “La Catedral de Barcelona (1984)”, que incluí en dos proyectos expositivos, los cuales llevé a cabo conjuntamente con el Museo Anzoátegui donde se exhibió una obra de Fulco en dos muestras; Arte Popular del Estado Anzoátegui (2007) y Testimonios en el Tiempo (2008) dándose así a conocer su obra.

       El pintor fue contemporáneo artísticamente con Gerardo Aguilera Silva, Armando Rafael Andrade y Raúl Aquiles Savino, pero la circunstancia de aislamiento en que vivió no le permitió participar en el movimiento artístico de Barcelona, que ya para 1959, estaba funcionando la Escuela de Arte “Armado Reverón”  que tuvo como directores fundadores a dos figuras estelares del arte venezolano: Mauro Mejías y Luis Luksic, gestándose  así un movimiento artístico interesante en la capital de Anzoátegui. Además ésta era una de las pocas escuelas de arte que funcionaban en el interior del país, a la que vinieron personas de los estados circunvecinos a estudiar en ella artes plásticas.

       El artista nació en Barcelona, estado Anzoátegui, Venezuela el 29 de abril de 1937 donde murió el 3 de julo de 1990. Cursó estudios hasta primer año de bachillerato en el extinto Liceo “Don Bosco”. Este colegio funcionaba en una vieja casa en el lugar donde está actualmente el Banco Mercantil, frente a la plaza Bolívar de Barcelona. En 1950 abandonó los estudios, siendo adolescente aún. Por esta data comienza su encierro voluntario y su actividad como pintor y dibujante.

       En sucesivas visitas que hicimos el artista plástico Manuel Alcalá y mi persona, con el recibimiento de su sobrina Antonieta Fulco contabilizamos casi un millar de obras entre pinturas y dibujos, mayormente pintados sobre cartulinas, cartones, papel bond, cuadernos, block de dibujo; en muy reducido número telas y canvas. Desgraciadamente la mayor parte de su obra se deterioró por las características alcalinas de los soportes y la forma de resguardo. La mayoría de esos trabajos fueron hechos con témperas, guaches, pasteles, grafito y en menor escala con óleo. Estos materiales se lo proporcionaba Juan Fulco, su hermano, propietario de la Librería “Best Sellers”.

       Entre otras cosas que dejó este extraño pintor, estaban revistas y libros de arte relacionado principalmente con el arte renacentista y el impresionismo francés, lo que de alguna manera explica aquellos paisajes pintados empleando la técnica puntillista y los retratos y desnudos pintados. Estos paisajes en la manera del manejo del color tienen como referencia a Armando Rafael Andrade, aunque seguramente no se conocieron. Sus paisajes representaban bosques floridos de gran belleza y luminosidad, con un cielo azular de azulejo, con aquellas nubes algodonosas en forma de grandes franjas horizontales, teniendo como constante personajes en caza furtiva, donde él se representaba rodeado de perros y gatos; que pareciera tener un valor simbólico por la manera insistente del artista en representarlos en su obra. Estos paisajes seguramente tomados de revistas, no representaban lugar alguno debido a que el pintor no salió nunca de su casa, de modo que la imaginación y su creatividad jugaban un papel importante en sus cuadros. Sus trabajos pintados con la técnica puntillista son cuidadosos, delicado, demorado como si tuviera toda la vida para pintar, como naturalmente ocurrió. Pinto también próceres patrios y retratos de familiares tomado de antañas fotografías que lo extrapolaba a un ambiente que no correspondía con la época en que vivió el pintor.

       Dedicó tiempo para pintar un número considerable de autorretratos donde aparecía cazando animales, o en el bosque descansando. Estos cuadros parecía un mecanismo inconsciente de salida del encierro en que vivía él. Se despide de la vida y de la pintura en la ejecución de un cuadro donde representa una escena paisajista donde aparece él en el bosque con su caballete pintando con un gato echado a sus pies. Esta obra quedó inconclusa porque le sorprendió la muerte.

     Eduardo Fulco, por causa de su sociopatología intento vivir aislado del mundo, de un mundo que le resultó adverso a su manera de pensar. Vivió como un ermitaño, intentó escondérsele a la Historia para lo que se encerró voluntariamente en aquella vieja casona colonial de la calle Bolívar. No se sabe a ciencia cierta que lo motivó a dedicarse a la pintura; probablemente fue por  inclinación natural. Sobre este punto la historia de la pintura registra muchos casos curiosos que reafirma este ejercicio especulativo. Giorgio Vasari (1511-1574) el primer historiador del arte occidental, escribió un conjunto de biografías de los artistas más importantes del Renacimiento titulada: “Vidas de los más Excelentes Pintores, Escultores y Arquitectos”, de la que referiré, entre otros tantos, dos en particular. Señala Vasari que Giotto pintaba ya desde los 10 años de edad, sus trabajos eran tan excelentes que los aldeanos del lugar donde vivía alababan sus dotes artísticos. Continua vasari, aprendió a pintar por inclinación natural, sin maestro alguno que mereció ser llamado discípulo de la naturaleza, y solamente de ella. El otro caso es el de Lionardo da Vinci, quien siendo un niño tenía aptitud para la pintura, por lo cual, su padre Piero da Vinci lo llevó al taller de Andrea del Verrocchio a perfeccionar este arte. En un encargo que le hicieron a Verrocchio de un cuadro. “San Juan Bautizando a Cristo”, Lionardo hizo un ángel que quedó mucho mejor que las figuras que había pintado su maestro, por tal motivo, éste, no quiso volver a pintar. De manera que la escogencia de la pintura, por parte de Eduardo Fulco pudo haber sido por inclinación natural, como lo ilustran estos dos ejemplos.

       Esta decisión de Fulco de aislarse de la sociedad e incluso de su familia en una aptitud nihilista, motivó su encierro, que debido a esto, generó en él un ocio, en la que encontró terreno fértil, su vocación pictórica, sin darse cuenta, que cada cuadro que pintaba, era una huella que dibujaba en la Historia de la Pintura Anzoatiguense, para ser recordado para siempre.


Los Teques, 22 de enero de 2012

Manuel Bas, Profesor Agregado. Universidad Simón Rodríguez

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