viernes, 17 de septiembre de 2021

EL PAISAJE DE PUEBLOS DEL ORIENTE VENEZOLANO COMO CRÓNICA VISUAL ARMANDO RAFAEL ANDRADE A SUS 100 AÑOS DE SU NACIMIENTO

 

EL PAISAJE DE PUEBLOS DEL ORIENTE VENEZOLANO COMO CRÓNICA VISUAL ARMANDO RAFAEL ANDRADE A SUS 100 AÑOS DE SU NACIMIENTO

Manuel Bas

Dr. en Cultura y Arte para América Latina y el Caribe

Instituto Pedagógico de Caracas

Manuel.bas@hotmail.com

Caracas, agosto de 2021

     En 1955, un modesto carpintero, de esos arriesgados, que son capaces de hacer con la madera lo que les salga, un día se le ocurrió para darle más formalidad a su incipiente negocio, tomar un pedazo de cartón piedra y unos listones que seguramente le habían sobrado de algún encargo que le habían solicitado, hacer un aviso publicitario para su carpintería. Fue así que se dispuso hacer un parapeto o parabán que le sirviera de aviso movible que cada día al cerrar pudiera guardar. En él escribe con fino pulso, con una letra atractiva el anuncio que va a ser el propósito de su negocio en la que se leía lo siguiente: “SE HACEN URNAS Y TODA CLASE DE MUEBLES A LA MEDIDA CALIDAD GARANTIZADA ARMANDO R. ANDRADE PRECIOS CONVENCIONALES CLARINES DISTRITO BRUZUAL ESTADO ANZOÁTEGUI VENEZUELA AMÉRICA DEL SUR”. Además de esta leyenda, nuestro carpintero y futuro pintor, para darle algo de sazón a dicho anuncio se le ocurre pintarle un paisaje de un lugar de Clarines conocido como el “Cerro de los Chivos” muy conocido por la gente de Clarines. Un paisaje que todo el que pasaba lo veía con el sano acostumbramiento, de quien ve todos los días algo sin prestarle mayor atención. La valla en cuestión, si se me permite el término, le trajo al infortunado carpintero pero afortunado pintor más fama que fortuna.

     Pero esto tiene que ver también con un personaje de Clarines que desde ese año de 1955 además de su amigo se convertirá en su mentor, me refiero a Alfredo Armas Alfonzo, quien al verlo —ya había visto el paisaje de la iglesia de Clarines en la oficina del telégrafo a cargo de Claudio Alén — quedó prendado y le propuso comprárselo, cosa que hizo y otro titulado La Casa del Negro Lucas. A partir de entonces, Armando Rafael Andrade, sin saberlo se convertiría en el cronista visual del oriente venezolano. Pintó paisajes de muchísimos lugares del oriente venezolano de los estados Sucre, Anzoátegui, Maturín. El destino es incierto como incierta fue su vida. Ese día de 1955 nunca nuestro pintor pensó que este aviso para su negocio, que era su propósito, la Moira le iba a dar un merecido puesto en la historia de la pintura venezolana. Y que nos dejaría una crónica visual de poblados que hoy son irreconocibles por el paso inexorable del tiempo. Esta historia tuvo que ver como dijo en una oportunidad Andrade con Claudio Alén y Alfredo Armas Alfonzo, esto de pintar cuadros.

     Armando Rafael Andrade. Comienza a pintar en Clarines, estado Anzoátegui hacia 1945 cuando pinta sus primeros retratos. Sus primeras obra paisajística la pintó en 1955, la iglesia de San Antonio de Padua de Clarines. En 1956 es descubierto por Alfredo Armas Alfonzo en esta ciudad, quien le compra dos obras: Casa del Negro Lucas y Cerro de los Chivos, esta última era parte de un parabán que le servía de aviso publicitario de la carpintería que tenía Andrade; ambas obras fueron pintadas en 1956. Al año siguiente, el escritor las envía al XVIII Salón Oficial de Arte Venezolano y posteriormente, son enviadas a la IV Bienal de Arte Moderno en Sao Paulo, Brasil. (Armas Alfonzo, 1973; Da Antonio, 1974).

A mediados de los años sesenta, Andrade se traslada a Barcelona, se emplea en la Funeraria “San Celestino” para fabricar cofres (unas para niños), en los ratos libres pinta uno que otro cuadro. Armas Alfonzo lo estimula a que siga pintando. A partir de entonces realizó un número de obras, cuyo motivo son las calles de esta ciudad que lo acogió, muchas de estas casas desaparecidas por la indolencia oficial y la acción inexorable del tiempo, que recordaremos por siempre gracias al artista.

     Armando Rafael Andrade es un paisajista por excelencia, y quizá el más grande paisajista que haya tenido el estado Anzoátegui. Su pintura era diferente a la de otros pintores populares, sobre su pintura ha expresado Da Antonio, (ob. cit.) “… su pintura anterior a 1960 revela un trabajo paciente que avanza de lo más general a la síntesis por medio de una rigurosa esquematización”, (p.70). Esto es acompañado por una técnica puntillista, que él denominaba “puntilleo” , en un comienzo empleaba esmaltes industriales, luego con el contacto con los coleccionista de arte y con el mismo Armas Alfonzo pasó a usas la plaka que dominó de manera excepcional. Con el color supo captar el aspecto lumínico de la región oriental del país. El plano, generalmente lo dividía en dos mitades cielo y tierra, luego comenzaba a desarrollar su obra a través de una rigurosa esquematización geométrica, con una visión planimétrica del paisaje, muy cercana al dibujo técnico, caracterizado por la ausencia de personajes hasta al menos 1990, para pasa a partir de esta data como elementos adicionales a su trabajo personajes y vehículos que tenían siempre como telón de fondo aquellos azulísimos cielos, en algunos caso con unas nívea y tímidas nubes.

     En 1999, enferma de cirrosis hepática, en Barcelona, como la enfermedad parece más grave de lo aparente lo trasladan a Guayabal de Píritu, municipio “Fernando de Peñalver”, donde el 23 de diciembre muere, el 24 es trasladado a Clarines donde es velado, al día siguiente en este pueblo es enterrado, donde llegó en 1938, procedente de Río Chico, estado Miranda, donde nació el 24 de julio de 1921. Con su muerte se cierra un capítulo de la pintura ingenua en Venezuela.

 










La Chica, Barcelona (1981)

Plaka / tela

Colección Manuel Bas, Caracas,  D. C., Venezuela

 

CLARINES UN PUEBLO HECHO DE RECUERDOS REMEMORA A ALFREDO ARMAS ALFONZO

 

CLARINES UN PUEBLO HECHO DE RECUERDOS REMEMORA A ALFREDO ARMAS ALFONZO

Manuel Bas

Dr. en Cultura y Arte para América Latina y el Caribe

Instituto Pedagógico de Caracas

manuel.bas@hotmail.com

Caracas, D. C., Venezuela, agosto 2021

     El 6 de agosto de 1921, nace en Clarines, estado Anzoátegui, Venezuela, Alfredo Armas Alfonzo. Fallece en Caracas el 9 de noviembre de 1990. El mes y año en curso celebramos el centenario de su nacimiento. El lugar donde nacemos, han dicho los poetas, se lleva en el alma. Naturalmente, a la vista de las personas, unos más y otros menos, y quizás algunos lo expresan con más devoción y ahínco; hasta hacen del recuerdo de su pueblo un oficio, para mantener vivo en el presente un ayer, que fue presente, y evitar que pase al oscurantismo de la historia. De este linaje de escritores, es Alfredo Armas Alfonzo. Estamos frente a un escritor de variada pluma, se interesó por la crónica, el ensayo,  la entrevista, el reportaje, el testimonio, la nota, la leyenda, el álbum familiar, con admirable estilo y motivación; haciendo de la cuenca del Unare, como ha dicho Luis Alberto Crespo, su fuente de inspiración. Le interesaba, avaramente, preservar la memoria de su poblado: Clarines, su gran legado.

     Alfredo Armas Alfonzo es la memoria viva de su pueblo: Clarines, con sus calles, las tradiciones; de un Clarines del trae del recuerdo sus vivos y sus muertos, su geografía, su historia, y sus personajes. Desfilan por su pluma Felipa Pérez y Vicente Freire, uno de los fundadores de Clarines aquel 7 de abril de 1594 en el lugar de Aripata. Asimismo, del 19 de este poblado recuerda a su bisabuelo Cándido Rojas, carpintero de ribera, quien construyó la balandra “Constitución”, una embarcación que contribuyó al desarrollo económico del lugar, pues servía de transporte del carbón y del cazabe que se producía, navegando el río Unare hacia su boca para dar con el mar Caribe y hacer navegación de cabotaje hasta el Puerto de la Guaira. Una travesía marítima que describe Guillermo Meneses en su obra: La Balandra Isabel llegó esta tarde. Rojas además, era gran tallista, talló El Crucificado que se encuentra en la Iglesia  San Antonio de Padua, como lo reseña Armas Alfonzo en su libro: Un pueblo hecho de recuerdos Clarines bien lejos. Por Armas Alfonzo tenemos noticias además de la muerte de Don Manuel Correa, propietario de las embarcaciones: “La Eureka”  y la “Lieja”, aquel 23 de diciembre de 1920, en vísperas de las Mercedes. Y de un ríochiqueño, Armando Rafael Andrade, que en palabras del escritor: “llegó a Clarines, nadie sabe buscando qué otra oportunidad que no fuera la de vivir, escotero como ha sido siempre el hecho de su existencia, montó una carpintería donde ofreció la confección de la mesa del tamaño que se le exigiere y la urna de la calidad que se le requiera”. Que además era un gran pintor, cosa, que según Armas Alfonzo, siempre negó, argumentando, “que era carpintero, no pintor”.

     No se puede hablar de estos dos seres extraordinarios, que arriban este 2021 al centenario de sus nacimientos, y dejar de lado a Claudio Alén, quien en ese año 56 tuvo la ocurrencia de comprarle un cuadrito por un fuerte (cinco bolívares) de la Iglesia a Armando Rafael Andrade, que el pintor veía desde el bajo de Casilda, y que en una venida de Caracas a Clarines, Alfredo Armas Alfonzo lo vio en la oficina del telégrafo que atendía Alén, la cual cautivo su atención, preguntándole: ¿quién la  pintó? —Respondió el telegrafista— Armando. Fue de esta manera que ese año, se conocieron dos personajes de Clarines que siempre van a ser recordados. Y que hoy me permito reseñar. Ese año, dice el escritor, fue un año trágico para Claudio Alén, pues fue trasladado a Barcelona, en una oportunidad en que se dirigía a Puerto La Cruz muere trágicamente en un accidente automovilístico, que al decir, Armas Alfonzo: “con su muerte se le secó a Clarines un costado”. El destino del otro amigo, fue ambivalente, se movió entre el éxito de ser un gran pintor, pero su sombra, en lo personal, no fue una vida nada agraciada. Alén y Andrade, fueron inmortalizados por la pluma del escritor.

     Lo cierto es, dice Armas Alfonzo: “Le compramos el paraván, donde estaba pintado un paisaje del Cerro los Chivos y un cuadrito de La Casa del Negro Lucas, el hijo inolvidable de Carmen Camero”. Esos cuadros van en 1957 al XVIII Salón Oficial de Arte Venezolano en el Museo de Bellas Artes, Caracas, de allí son enviados, ese mismo año, a la IV Bienal del Museo de Arte Moderno, Sao Paulo, Brasil. El cuadro, que al mismo tiempo era el anuncio de la carpintería, que a las vistas de los transeúntes lugareños no tenía mayor importancia, porque era tan solo una propaganda. Que el carpintero, decidió realizar para promover su naciente negocio, y fue así que se le ocurrió la idea de hacer un parapeto con un paisaje de Clarines, que además le añadió, con una envidiable caligrafía, un texto que daba a conocer la razón social de su negocio, de esta manera: “Se hacen urnas y toda clase de muebles a la medida calidad garantizada Armando R. Andrade precios convencionales Clarines Distrito Bruzual Estado Anzoátegui Venezuela América del Sur”. Dicho aviso, Alfredo Armas Alfonzo, para enviarlo al Salón Oficial de Arte Venezolano, tuvo que recortarle las bases, que luego más tarde, confesaría dolerle en el alma haberlo hecho.

     No ha escapado de la mano del escritor el hecho narrativo tan trivial, tan cotidiano como la elaboración del cazabe, que Él denomina: nuestro pan de palo nacional, al que le dedica una paciente detallada descripción, con una prosa sencilla refinada con la sencillez del costumbrista del 19 venezolano y, la fluidez de los escritores de la vanguardia literaria. Asimismo, con el mismo ímpetu, pasa por su pluma, los tiempos de morrocoyar, referido a una costumbre en Clarines de salir a buscar morrocoyes para elaboración del cuajado, que según el escritor, sin este delicioso y sofisticado plato, “En Clarines, una  Semana Santa sin morrocoyes no era nunca una buena Semana Santa”.

     Alfredo Armas Alfonzo, tiene la gran virtud de hacer de las cosas más sencillas, motivo narrativo. Los sucesos cotidianos de la vida, los convierte en algo sublime, gracias a su don narrativo y creativo. Los temas tratados por este narrador sui generis, muchos de nuestros escritores no se atrevieron abordar por tratarse de sucesos sin importancia, que no merecían ser reseñados. Que a diferencia de la narrativa costumbrista, el escritor se sirve de los géneros expresivos como el ensayo, la crónica, la entrevista con natural sencillez, pero ajustado a la literatura culta, para de esta manera penetrar en los recovecos más intrínsecos de la vida humana, tan detallada, que desnuda lo que acontece en una pequeña localidad como Clarines, que, obviamente, son silenciados por la historia oficial.

     En este orden de ideas, refiere hechos de su infancia en Clarines, como por ejemplo el que denomina: “Las Vegas de doña Fidelia” donde pasó parte de su infancia, que Él reseña, con nostalgia, de esta manera: “es uno de esos lugares ineludibles de la infancia: el río enfrente, poderoso, sin asomos de ninguna muerte, los majestuosos mangos llenando con su fronda medio mundo terrenal…”. Nos trae además un suceso ocurrido en el río Unare en tiempo de los vapores que navegan por su cauce,  el hundimiento del vapor que cimentó el prestigio comercial en la localidad, perteneciente a don Manuel García Ramírez, frente a Machagua, un lugar próximo al puerto de Clarines, que a criterio de Alfredo Armas Alfonzo: “ahí principia el fin de una era. Refiere además, que uno de los últimos capitanes muere arrollado por un camión en la carretera de la costa, mientras trataba de cruzar la vía cargando un huacal de mangos de la vega de doña Fidelia.

     Alfredo Armas Alfonzo, nos dejó con su escritura, la geografía de un país retratado con las palabras por donde desfilan personajes y lugares que hubieran sido condenados al olvido. El recuerdo del Unare, la historia regional y nacional que en Él y por Él se expresan. Una narrativa difícil de definir, que nos plantea aquella interrogante que una oportunidad se hizo Luis Alberto Crespo: “¿Cómo llamar escritura sólo a una obra que nos hace oírnos y mirarnos de continuo?

 













Alfredo Armas Alfonzo. (1981). Un Pueblo Hecho de Recuerdos. Clarines Bien Lejos. Cuadernos Lagovén. Caracas: Lagovén Filial de Petróleos, S. A. Colección Manuel Bas Caracas, Venezuela.