EL PAISAJE DE PUEBLOS
DEL ORIENTE VENEZOLANO COMO CRÓNICA VISUAL ARMANDO RAFAEL
ANDRADE A SUS 100 AÑOS DE SU NACIMIENTO
Manuel Bas
Dr. en Cultura y Arte para América
Latina y el Caribe
Instituto Pedagógico de Caracas
Caracas, agosto de 2021
En
1955, un modesto carpintero, de esos arriesgados, que son capaces de hacer con
la madera lo que les salga, un día se le ocurrió para darle más formalidad a su
incipiente negocio, tomar un pedazo de cartón piedra y unos listones que
seguramente le habían sobrado de algún encargo que le habían solicitado, hacer
un aviso publicitario para su carpintería. Fue así que se dispuso hacer un
parapeto o parabán que le sirviera de aviso movible que cada día al cerrar
pudiera guardar. En él escribe con fino pulso, con una letra atractiva el
anuncio que va a ser el propósito de su negocio en la que se leía lo siguiente:
“SE HACEN URNAS Y TODA CLASE DE MUEBLES A LA MEDIDA CALIDAD GARANTIZADA ARMANDO
R. ANDRADE PRECIOS CONVENCIONALES CLARINES DISTRITO BRUZUAL ESTADO ANZOÁTEGUI
VENEZUELA AMÉRICA DEL SUR”. Además de esta leyenda, nuestro carpintero y futuro
pintor, para darle algo de sazón a dicho anuncio se le ocurre pintarle un
paisaje de un lugar de Clarines conocido como el “Cerro de los Chivos” muy
conocido por la gente de Clarines. Un paisaje que todo el que pasaba lo veía
con el sano acostumbramiento, de quien ve todos los días algo sin prestarle
mayor atención. La valla en cuestión, si se me permite el término, le trajo al
infortunado carpintero pero afortunado pintor más fama que fortuna.
Pero
esto tiene que ver también con un personaje de Clarines que desde ese año de
1955 además de su amigo se convertirá en su mentor, me refiero a Alfredo Armas
Alfonzo, quien al verlo —ya había visto el paisaje de la iglesia de Clarines en
la oficina del telégrafo a cargo de Claudio Alén — quedó prendado y le propuso
comprárselo, cosa que hizo y otro titulado La Casa del Negro Lucas. A partir de
entonces, Armando Rafael Andrade, sin saberlo se convertiría en el cronista
visual del oriente venezolano. Pintó paisajes de muchísimos lugares del oriente
venezolano de los estados Sucre, Anzoátegui, Maturín. El destino es incierto
como incierta fue su vida. Ese día de 1955 nunca nuestro pintor pensó que este
aviso para su negocio, que era su propósito, la Moira le iba a dar un merecido
puesto en la historia de la pintura venezolana. Y que nos dejaría una crónica
visual de poblados que hoy son irreconocibles por el paso inexorable del
tiempo. Esta historia tuvo que ver como dijo en una oportunidad Andrade con
Claudio Alén y Alfredo Armas Alfonzo, esto de pintar cuadros.
Armando
Rafael Andrade. Comienza a pintar en Clarines, estado Anzoátegui hacia 1945
cuando pinta sus primeros retratos. Sus primeras obra paisajística la pintó en
1955, la iglesia de San Antonio de Padua de Clarines. En 1956 es descubierto
por Alfredo Armas Alfonzo en esta ciudad, quien le compra dos obras: Casa del
Negro Lucas y Cerro de los Chivos, esta última era parte de un parabán que le
servía de aviso publicitario de la carpintería que tenía Andrade; ambas obras
fueron pintadas en 1956. Al año siguiente, el escritor las envía al XVIII Salón
Oficial de Arte Venezolano y posteriormente, son enviadas a la IV Bienal de
Arte Moderno en Sao Paulo, Brasil. (Armas Alfonzo, 1973; Da Antonio, 1974).
A mediados de los años sesenta, Andrade se
traslada a Barcelona, se emplea en la Funeraria “San Celestino” para fabricar
cofres (unas para niños), en los ratos libres pinta uno que otro cuadro. Armas
Alfonzo lo estimula a que siga pintando. A partir de entonces realizó un número
de obras, cuyo motivo son las calles de esta ciudad que lo acogió, muchas de
estas casas desaparecidas por la indolencia oficial y la acción inexorable del
tiempo, que recordaremos por siempre gracias al artista.
Armando
Rafael Andrade es un paisajista por excelencia, y quizá el más grande
paisajista que haya tenido el estado Anzoátegui. Su pintura era diferente a la
de otros pintores populares, sobre su pintura ha expresado Da Antonio, (ob.
cit.) “… su pintura anterior a 1960 revela un trabajo paciente que avanza de lo
más general a la síntesis por medio de una rigurosa esquematización”, (p.70).
Esto es acompañado por una técnica puntillista, que él denominaba “puntilleo” ,
en un comienzo empleaba esmaltes industriales, luego con el contacto con los
coleccionista de arte y con el mismo Armas Alfonzo pasó a usas la plaka que
dominó de manera excepcional. Con el color supo captar el aspecto lumínico de
la región oriental del país. El plano, generalmente lo dividía en dos mitades
cielo y tierra, luego comenzaba a desarrollar su obra a través de una rigurosa
esquematización geométrica, con una visión planimétrica del paisaje, muy
cercana al dibujo técnico, caracterizado por la ausencia de personajes hasta al
menos 1990, para pasa a partir de esta data como elementos adicionales a su
trabajo personajes y vehículos que tenían siempre como telón de fondo aquellos
azulísimos cielos, en algunos caso con unas nívea y tímidas nubes.
En
1999, enferma de cirrosis hepática, en Barcelona, como la enfermedad parece más
grave de lo aparente lo trasladan a Guayabal de Píritu, municipio “Fernando de
Peñalver”, donde el 23 de diciembre muere, el 24 es trasladado a Clarines donde
es velado, al día siguiente en este pueblo es enterrado, donde llegó en 1938,
procedente de Río Chico, estado Miranda, donde nació el 24 de julio de 1921.
Con su muerte se cierra un capítulo de la pintura ingenua en Venezuela.
La Chica, Barcelona (1981)
Plaka / tela
Colección Manuel Bas, Caracas, D. C., Venezuela
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