viernes, 17 de septiembre de 2021

CLARINES UN PUEBLO HECHO DE RECUERDOS REMEMORA A ALFREDO ARMAS ALFONZO

 

CLARINES UN PUEBLO HECHO DE RECUERDOS REMEMORA A ALFREDO ARMAS ALFONZO

Manuel Bas

Dr. en Cultura y Arte para América Latina y el Caribe

Instituto Pedagógico de Caracas

manuel.bas@hotmail.com

Caracas, D. C., Venezuela, agosto 2021

     El 6 de agosto de 1921, nace en Clarines, estado Anzoátegui, Venezuela, Alfredo Armas Alfonzo. Fallece en Caracas el 9 de noviembre de 1990. El mes y año en curso celebramos el centenario de su nacimiento. El lugar donde nacemos, han dicho los poetas, se lleva en el alma. Naturalmente, a la vista de las personas, unos más y otros menos, y quizás algunos lo expresan con más devoción y ahínco; hasta hacen del recuerdo de su pueblo un oficio, para mantener vivo en el presente un ayer, que fue presente, y evitar que pase al oscurantismo de la historia. De este linaje de escritores, es Alfredo Armas Alfonzo. Estamos frente a un escritor de variada pluma, se interesó por la crónica, el ensayo,  la entrevista, el reportaje, el testimonio, la nota, la leyenda, el álbum familiar, con admirable estilo y motivación; haciendo de la cuenca del Unare, como ha dicho Luis Alberto Crespo, su fuente de inspiración. Le interesaba, avaramente, preservar la memoria de su poblado: Clarines, su gran legado.

     Alfredo Armas Alfonzo es la memoria viva de su pueblo: Clarines, con sus calles, las tradiciones; de un Clarines del trae del recuerdo sus vivos y sus muertos, su geografía, su historia, y sus personajes. Desfilan por su pluma Felipa Pérez y Vicente Freire, uno de los fundadores de Clarines aquel 7 de abril de 1594 en el lugar de Aripata. Asimismo, del 19 de este poblado recuerda a su bisabuelo Cándido Rojas, carpintero de ribera, quien construyó la balandra “Constitución”, una embarcación que contribuyó al desarrollo económico del lugar, pues servía de transporte del carbón y del cazabe que se producía, navegando el río Unare hacia su boca para dar con el mar Caribe y hacer navegación de cabotaje hasta el Puerto de la Guaira. Una travesía marítima que describe Guillermo Meneses en su obra: La Balandra Isabel llegó esta tarde. Rojas además, era gran tallista, talló El Crucificado que se encuentra en la Iglesia  San Antonio de Padua, como lo reseña Armas Alfonzo en su libro: Un pueblo hecho de recuerdos Clarines bien lejos. Por Armas Alfonzo tenemos noticias además de la muerte de Don Manuel Correa, propietario de las embarcaciones: “La Eureka”  y la “Lieja”, aquel 23 de diciembre de 1920, en vísperas de las Mercedes. Y de un ríochiqueño, Armando Rafael Andrade, que en palabras del escritor: “llegó a Clarines, nadie sabe buscando qué otra oportunidad que no fuera la de vivir, escotero como ha sido siempre el hecho de su existencia, montó una carpintería donde ofreció la confección de la mesa del tamaño que se le exigiere y la urna de la calidad que se le requiera”. Que además era un gran pintor, cosa, que según Armas Alfonzo, siempre negó, argumentando, “que era carpintero, no pintor”.

     No se puede hablar de estos dos seres extraordinarios, que arriban este 2021 al centenario de sus nacimientos, y dejar de lado a Claudio Alén, quien en ese año 56 tuvo la ocurrencia de comprarle un cuadrito por un fuerte (cinco bolívares) de la Iglesia a Armando Rafael Andrade, que el pintor veía desde el bajo de Casilda, y que en una venida de Caracas a Clarines, Alfredo Armas Alfonzo lo vio en la oficina del telégrafo que atendía Alén, la cual cautivo su atención, preguntándole: ¿quién la  pintó? —Respondió el telegrafista— Armando. Fue de esta manera que ese año, se conocieron dos personajes de Clarines que siempre van a ser recordados. Y que hoy me permito reseñar. Ese año, dice el escritor, fue un año trágico para Claudio Alén, pues fue trasladado a Barcelona, en una oportunidad en que se dirigía a Puerto La Cruz muere trágicamente en un accidente automovilístico, que al decir, Armas Alfonzo: “con su muerte se le secó a Clarines un costado”. El destino del otro amigo, fue ambivalente, se movió entre el éxito de ser un gran pintor, pero su sombra, en lo personal, no fue una vida nada agraciada. Alén y Andrade, fueron inmortalizados por la pluma del escritor.

     Lo cierto es, dice Armas Alfonzo: “Le compramos el paraván, donde estaba pintado un paisaje del Cerro los Chivos y un cuadrito de La Casa del Negro Lucas, el hijo inolvidable de Carmen Camero”. Esos cuadros van en 1957 al XVIII Salón Oficial de Arte Venezolano en el Museo de Bellas Artes, Caracas, de allí son enviados, ese mismo año, a la IV Bienal del Museo de Arte Moderno, Sao Paulo, Brasil. El cuadro, que al mismo tiempo era el anuncio de la carpintería, que a las vistas de los transeúntes lugareños no tenía mayor importancia, porque era tan solo una propaganda. Que el carpintero, decidió realizar para promover su naciente negocio, y fue así que se le ocurrió la idea de hacer un parapeto con un paisaje de Clarines, que además le añadió, con una envidiable caligrafía, un texto que daba a conocer la razón social de su negocio, de esta manera: “Se hacen urnas y toda clase de muebles a la medida calidad garantizada Armando R. Andrade precios convencionales Clarines Distrito Bruzual Estado Anzoátegui Venezuela América del Sur”. Dicho aviso, Alfredo Armas Alfonzo, para enviarlo al Salón Oficial de Arte Venezolano, tuvo que recortarle las bases, que luego más tarde, confesaría dolerle en el alma haberlo hecho.

     No ha escapado de la mano del escritor el hecho narrativo tan trivial, tan cotidiano como la elaboración del cazabe, que Él denomina: nuestro pan de palo nacional, al que le dedica una paciente detallada descripción, con una prosa sencilla refinada con la sencillez del costumbrista del 19 venezolano y, la fluidez de los escritores de la vanguardia literaria. Asimismo, con el mismo ímpetu, pasa por su pluma, los tiempos de morrocoyar, referido a una costumbre en Clarines de salir a buscar morrocoyes para elaboración del cuajado, que según el escritor, sin este delicioso y sofisticado plato, “En Clarines, una  Semana Santa sin morrocoyes no era nunca una buena Semana Santa”.

     Alfredo Armas Alfonzo, tiene la gran virtud de hacer de las cosas más sencillas, motivo narrativo. Los sucesos cotidianos de la vida, los convierte en algo sublime, gracias a su don narrativo y creativo. Los temas tratados por este narrador sui generis, muchos de nuestros escritores no se atrevieron abordar por tratarse de sucesos sin importancia, que no merecían ser reseñados. Que a diferencia de la narrativa costumbrista, el escritor se sirve de los géneros expresivos como el ensayo, la crónica, la entrevista con natural sencillez, pero ajustado a la literatura culta, para de esta manera penetrar en los recovecos más intrínsecos de la vida humana, tan detallada, que desnuda lo que acontece en una pequeña localidad como Clarines, que, obviamente, son silenciados por la historia oficial.

     En este orden de ideas, refiere hechos de su infancia en Clarines, como por ejemplo el que denomina: “Las Vegas de doña Fidelia” donde pasó parte de su infancia, que Él reseña, con nostalgia, de esta manera: “es uno de esos lugares ineludibles de la infancia: el río enfrente, poderoso, sin asomos de ninguna muerte, los majestuosos mangos llenando con su fronda medio mundo terrenal…”. Nos trae además un suceso ocurrido en el río Unare en tiempo de los vapores que navegan por su cauce,  el hundimiento del vapor que cimentó el prestigio comercial en la localidad, perteneciente a don Manuel García Ramírez, frente a Machagua, un lugar próximo al puerto de Clarines, que a criterio de Alfredo Armas Alfonzo: “ahí principia el fin de una era. Refiere además, que uno de los últimos capitanes muere arrollado por un camión en la carretera de la costa, mientras trataba de cruzar la vía cargando un huacal de mangos de la vega de doña Fidelia.

     Alfredo Armas Alfonzo, nos dejó con su escritura, la geografía de un país retratado con las palabras por donde desfilan personajes y lugares que hubieran sido condenados al olvido. El recuerdo del Unare, la historia regional y nacional que en Él y por Él se expresan. Una narrativa difícil de definir, que nos plantea aquella interrogante que una oportunidad se hizo Luis Alberto Crespo: “¿Cómo llamar escritura sólo a una obra que nos hace oírnos y mirarnos de continuo?

 













Alfredo Armas Alfonzo. (1981). Un Pueblo Hecho de Recuerdos. Clarines Bien Lejos. Cuadernos Lagovén. Caracas: Lagovén Filial de Petróleos, S. A. Colección Manuel Bas Caracas, Venezuela.

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