FELIX VARGAS DOS CARAS DE UN PERSONAJE
Manuel Bas
Dr. en Cultura y Arte para América Latina y el Caribe
Instituto Pedagógico de Caracas
Caracas, D. C., Venezuela, 5 de agosto de 2021
En los años setenta, los sectores Maurica
o Playa Maurica y Caicara eran los arrabales de Barcelona, siempre frecuentados
por personas del mal vivir: prostitutas, delincuentes de poca monta, violadores;
que, una década antes dichos parajes eran considerados puertos clandestinos
para operaciones ilegales de los comercios de drogas y armas de fuego. Era un
ambiente hostil y propicio para el crimen, donde operaba impunemente un
personaje que fue ampliamente conocido en la ciudad debido a sus fechorías
apodado como “El Pájaro Loco”. La Prensa y la Radio local, siempre tenía algo
que reseñar sobre este forajido que actuaba bajo la sombra de la indemnidad. La
denuncia por estos medios puso en vilo a los cuerpos policiales, así como
también las denuncias de hombres y mujeres que habían sido violados por este
rufián. El modus operandi consistía en amenazar a las parejas, sometiendo con
un cuchillo al hombre, luego lo inhabilitaba colocándoles las manos en las
ventanas del vehículo, subía el vidrio y le inmovilizaba las manos, de esta
manera sometía al hombre, eventualmente hacía lo mismo con las damas, cuando
oponían resistencia.
Debido a la presión de la colectividad
hacia los cuerpos policiales, fue que en 1973 es apresado por la Policía
Metropolitana, procesado por los tribunales de justicia a 20 años de presidio,
de los cuales 18 de ellos estuvo recluido en el Internado Judicial de Ciudad
Bolívar (Cárcel de Vista Hermosa); y los dos restantes en el Centro
Penitenciario José Antonio Anzoátegui de Barcelona (Cárcel de Puente Ayala). En
su estadía en este último internado judicial, Félix Vargas, que así se llamaba el
facineroso que sembró el miedo en la ciudad, el Ministerio de Justicia, a
través de la Dirección de Prisiones organizó una serie de cursos dirigidos a
los reclusos, para cuando salieran en libertad tengan un oficio para insertarse
en la sociedad. Vargas se inscribe en el de artes plásticas, dando así sus
primeros pasos como artista. Los cuadros que pintaba estando en prisión le
servían de manutención. Fue de esta manera, que nuestro salteador se hizo
pintor.
Es excarcelado en 1993, regresa a su casa
donde había vivido, en el sector Buenos Aires de Barcelona, donde nació
posiblemente hacia 1934. Todo había cambiado. Era un extraño para la gente que
había conocido. Ahora sobre sus espaldas estaban todos los estigmas sociales:
desempleado, ex presidiario, minusválido, marginal, viejo y enfermo; pero aun
así, en estas circunstancias, Félix Vargas no volvió a delinquir. Su carrera
como pintor la inició en 1991, aunque fue breve y fugaz. Para nuestro lego
pintor la pintura fue como una “redención” de sus penas. Se dedicó por entero a
ella, se mantenía económicamente de uno u otro cuadro que vendía. Hacia el
1993, comenzó a frecuentar la “Marquetería Barcelona” de Manuel Alcalá, ubicada
en Barcelona en la esquina que hace con las calles: San Carlos con Ayacucho,
quien le adquiría los cuadros que le llevaba Vargas. Este lugar era visita
obligatoria para el pintor porque tenía mercado para sus obras. Conocí a Félix
Vargas en 1996 en el negocio antes referido, por intermedio de Alcalá, quien me
dijo: “ese es el pájaro Loco, el violador
de Maurica”. Yo había escuchado hablar de este individuo en aquellos
comienzos de los setenta, pero no lo conocía personalmente. A partir de ese
entonces nos hicimos amigos, le compré varios cuadros. Alcalá y yo nos convertimos en alguna medida
en sus mecenas.
Una
vez entrado en confianza, nos contó a Manuel Alcalá y a quien escribe, los
horrores que él vivió en la cárcel de Ciudad Bolívar. Obtuvo el mismo trato que
les dio a sus víctimas. De victimario paso a víctima, con la diferencia, que
era violado todos los días por los otros reos. Su vida en prisión fue un
infierno. Quizá, por haber sido delincuente, y haber cometido crímenes tan
repugnantes, no es recordado como pintor, y pasará al anonimato barcelonés. Sin
embargo, el Félix Vargas que yo conocí, era un hombre amable, tranquilo: era un
pintor. De esta manera transcurrieron
sus cinco años que tuvo en libertad hasta su muerte, los cuales le dedicó a la pintura.
El pintor utilizó como soportes: cartón
piedra, telas y papeles. Estos se los suministraba Manuel Alcalá. En cartón
piedra y tela produjo un número de obras con un fondo monocromos: negro o
blanco, de perspectiva plana, pintados unos con esmalte industrial, otros con
óleo, en algunas de sus obras se podía observar la influencia de Feliciano Carvallo,
que seguramente vio en alguna revista. Sobre estos fondos escamatizaba con
colores vivos su obra con una opulencia cromática, como una especie de ráfaga cromática
que produce en la retina del ojo del espectador un deliquio colorir. Trabajaba
temas tales como: tradicional, folklórico y festivo. También pintó marinas, que
tomaba como motivo Playa Maurica, que para pintarlas el artista se trasladaba
hasta el lugar donde pasaba horas contemplando el paisaje para luego plasmarlo
en el soporte. Pintaba marinas como detenidas en el tiempo, cargadas de
nostalgia, y muchos recuerdos. Trabajó algunas acuarelas en block de dibujo
donde se ocupó de la arquitectura urbana y de paisajes.
Naturalmente nunca hizo una exposición en
vida, a él no le importó. Cuadro que pintaba, cuadro que vendía para subsistir,
pero aun así, la pintura era un asunto serio para él. Como tampoco creo que
ningún museo hubiera tenido agallas para hacerle una exposición a un
expresidiario marginal, pero más allá de todo esto, hay algo cierto, Félix
Vargas era un genuino pintor. Un hombre que fue conquistado por la pintura,
para lograr su redención. Su obra no fue apreciada, excepto por su círculo de
amigos de la “Marquetería Barcelona”. Como todo ex prisionero, sale marcado de
la cárcel de por vida, con el estigma de “hombre malo”, del que nadie debe
fiarse. Quizás esto influyó en su anonimato como pintor. Sin embargo, el Félix
Vargas que yo conocí, no inspiraba miedo, recuerdo aquellos años de 1997-98
cuando visité varias veces su taller.
Una mañana del año de 1998, paso por la
“Marquetería Barcelona” a despedirse, porque al día siguiente lo
hospitalizaban, estas fueron sus últimas palabras: “mañana me hospitalizan, vengo a despedirme, porque creo que no regreso”.
Estaba enfermo, muy enfermo, se veía hinchado. A los pocos días de
hospitalizado, muere de hidropesía en el Hospital Central “Dr. Luis Razetti” de
Barcelona, estado Anzoátegui a los 64 años de edad, dejando como enseñanza
Paisaje de Maurica
(1992)
Acuarela / cartulina
Colección y
fotografía Manuel Bas, Caracas, D. C.,
Venezuela.
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