REPÚBLICA BOLIVARIANA DE
VENEZUELA
UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA
EXPERIMENTAL LIBERTADOR
INSTITUTO PEDAGÓGICO DE
CARACAS
SUBDIRECCIÓN DE INVESTIGACIÓN
Y POSTGRADO
DOCTORADO EN CULTURA Y ARTE PARA AMÉRICA LATINA Y EL
CARIBE
Curso: Modernidad y
Postmodernidad y sus efectos en Latinoamérica y el Caribe
Profesor: Dr. Jorge Bracho
Participante: Manuel Bas
Caracas, 22
de febrero de 2016
LA NEGACIÓN DEL OTRO LA NEGACIÓN DE SÍ MISMO
(Como Problemática de la Modernidad en América Latina)
“Toda la
diversidad de vida que puebla la Tierra ha tenido un origen común, que tiene
una interpretación a través de la comprensión de la molécula del ADN, la
molécula de la vida”. (Eduardo Ghershman, 2006 p. s/n.).
“La modernidad
de nuestros países es un tiempo nuevo que contiene muchos tiempos”. (Martín
Hopenhayn en Follari, R. y Lanz, R. Comps., 1998 p. 26).
“Por nuestra
propia precariedad ‘sustancial’ nos hemos constituido basados en la negación
del otro; y esta negación del otro es un cimiento en el imaginario
latinoamericano: signo, estigma, fantasma. La identidad basada en esta negación
siempre es una identidad postergada: el criollo es no-indio, pero eso no lo
hace europeo; su compulsión a huir de la diferencia le impide ver la
diferencia fuera y dentro de sí con lo cual niega parte de su propio ser”. (F.
Calderón, M. Hopenhayn y E. Ottone, 1996 p. 71).
La dicotomía civilización-barbarie, hija
de la modernidad, venida a la América en las carabelas de la conquista
constituida en la negación y la invisibilización del otro pasó a ser el motor
impulsor de todas las discriminaciones en sus más variadas formas, que se han
dado en América Latina en los más de 500 años. En el siglo XXI, de algún modo esta
situación persiste, se trasforma en las más variadas formas posibles. A pesar
de que el Proyecto Genoma Humano (PGH), liderizado por Francis Collins en 1990
y culminado en el año 2003, quizá el último gran descubrimiento del siglo XX ,
cuyo propósito era determinar la secuencia de pares de bases que componen el
ADN e identificar y cartografiar los aproximadamente 20.000 ó 25.000 genes del
genoma humano desde el punto de vista físico y funcional, demostró, según
Ghershman (2006): “Toda la diversidad de vida que puebla la Tierra ha tenido un
origen común, que tiene una interpretación a través de la comprensión de la
molécula del ADN, la molécula de la vida”, (p. s/n.). Con el desciframiento del
código genético humano, toda descalificación en término raciales se fundamenta
en la ignorancia y en el prejuicio de unas personas hacia otras. Este es el
tema que abordaré en este ensayo.
Uno de los grandes problemas que surgió a
raíz del Descubrimiento de América, es lo que Hopenhayn (2002) denomina la
“dialéctica de la negación del otro”, manifestado en la dicotomía
bárbaro-civilizado, traducida en lo que este autor ha denominado:
invisibilización de la diferencia. Este fue uno de los mecanismos que empleó la
Europa racionalista, la modernidad racionalizante, con su propia lógica como
una manera de imponer a los pueblos de lo que más tarde va a ser América su
dominio, para lo cual se sirvió de la empresa de conquista armada emprendida
por los reyes católicos Isabel de Castilla y Fernando de Aragón a la que se le
unió la iglesia católica, cuyo fin era el dominio de los pueblos con su mensaje
evangelizador con un programa superlativamente expansionista, quizá tan vil,
como el sometimiento por las armas, teniendo como fachada la doctrina de San
Agustín sostenida en su obra “Ciudad de Dios” (Civitas Dei) que los
conquistadores y clérigos creyeron
encontrar en tierras americanas, la ciudad divina que describe en esta
obra. La doctrina evangelizadora era de carácter cerrado, reduccionista, y solo para dar un
ejemplo ilustrativo, bastaría citar una
máxima de Santo Tomás de Aquino para dejar claro este planteamiento. Cito: “La
filosofía es la esclava de la teología”. Esta manera de pensar mutiló el
pensamiento dialéctico de Platón y el pensamiento deductivo de Aristóteles y el
sentido común por lo que abogó toda su vida Sócrates-
Desde la caída del mundo pagano en el
siglo IV d. C. con el triunfo del cristianismo a raíz del Edicto de Milán en el
año 313 d. C., también conocido como “La Tolerancia al Cristianismo”, la
religión católica va a imponer su hegemonía en Occidente, que gracias a ella,
junto con el poder político europeo de las naciones alineadas con el
catolicismo emprendieron la empresa de
la conquista de América. Para ello crean su propia lógica interna justificadora,
cuyas acciones consistían en negar el derecho de los otros. Y es así,
que un poco antes de la empresa de la expansión europea hacia América, en 1453,
fecha que algunos le asignan como principio de la modernidad, que Eanes Gomes
Azurara, para justificar la empresa de la esclavitud negra, hasta ahora no
institucionalizada en América, escribe una obra que de algún modo va a ser la
patente de corso para justificar las aberraciones más infames contra el género
humano, titulada: “Crónica del Descubrimiento y Conquista de Ginea y Otros
Relatos” en donde sostiene la tesis bíblica
de que los negros son descendientes de Caín, hijo maldito de Noé, por lo
tanto deben ser esclavizados. Este autor encontró su par en Juan de Torquemada
quien escribe la obra: “Monarquía Indiana” iniciada entre 1492-3 y terminada en
1513 donde afirma la desigualdad social de la raza negra como imposición
divina.
En el contexto americano se van aplicar
sin escrúpulos la esclavitud negra de acuerdo al planteamiento ideológico de
estos dos autores, incluso, se les va a unir en la aventura de la conquista
para el sometimiento y esclavitud del indio, la tesis de Juan Ginés de
Sepúlveda (1490-1573) con su “Tratado sobre las Justas Causas de la Guerra
contra los Indios” escrita en 1550, donde el sacerdote español sostiene la idea
de la “Ley del Derecho Natural” de someter a los inferiores, bárbaros e impíos,
los que tienen superioridad cultural, el imperfecto debe ser sometido por el
perfecto. Y es así que ya para 1597 el
Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela le entrega a Gaspar
Camacho la encomienda de indios, en cuyo documento, entre otras cosas, con el
castellano arcaizante de entonces, expresa: “… doy un titulo (sic) de
encomienda a vos el dho gaspar camacho (sic)
para que goseys (sic) de los frutos
y demoras y aprovechamientos que buenamente pudieran dar lo dhos yndios
(sic)”. Diego de Osorio (1597) en Cortés (Comp.) (1971, p. 115). Por lo tanto
era permitida la invasión a la América, el exterminio de las razas inferiores
era aprobado por Dios, según sus creencias.
No debemos olvidar, que la conquista
hispana tuvo como “partida de nacimiento” Las Capitulaciones de Santa Fe. El 17
de abril de 1492 los reyes católicos
Isabel de Castilla y Fernando de Aragón suscribieron con Cristóbal Colón Las Capitulaciones de Santa Fe cuyo
propósito está claro en el texto: la
expansión del imperio español, su política hegemónica, el documento es
explícito en estos términos, los monarcas nombran a Colón Almirante, Virrey,
Gobernador de las tierras que descubriere, con el derecho de tomar la décima
parte de lo que hallare en oro, perlas, plata, especies y demás mercaderías de
todas las tierras que descubriera. La suerte estaba echada con este documento
para estas tierras.
Además de este documento real, y las obras
que se escribieron para justificar el abuso que cometieron la espada y la cruz
ya comentadas, en el tiempo siguieron emanando disposiciones de la corona
española para mantener el control en tierras americanas. Cabe recordar, en
relación a la mano de obra esclava, la Real Cédula e Instrucción del 31 de mayo
de 1789: “Disposiciones Regias para la Educación, Trato y Ocupación que Había
de Darle a los Esclavos en las Colonias de España en América” (Código Negro),
que entre gruesas líneas se lee que
obligaba que la educación de los esclavos debía ser conforme a los principios y
reglas que dicten la religión católica,
la humanidad y del buen Estado compatible con la esclavitud y tranquilidad pública,
se le debe instruir en la doctrina cristiana y administración de los
sacramentos, y en cuanto a la ocupación debe estar referida a la agricultura y
demás labores del campo. (Antonio Potier 1789 en Cortés, Comp., 1971). De esta
manera España le impuso su yugo a los pueblos bajo su dominio, que la hizo a su
vez la nación más poderosa del siglo XVI, que según el Diccionario de Historia
de Venezuela de la Fundación Polar (1997) citado por Garrido (2008) lo
describe de esta manera:
…el imperio español alcanzó su
máxima extensión en la época de Felipe II, pues este monarca logró coronarse
como rey de Portugal en 1581, anexando al imperio los extensos dominios
ultramares lusitanos: Madeira, Azores, Costa africana, Goa, Malaca, Ormuz,
Malucas y Brasil. Se había formado la verdadera monarquía universal con
dominios en los 5 continentes. (p. 44).
Además de lo
comentado sobre la monarquía española es conveniente añadir, que con el
Descubrimiento de América, Sevilla se convirtió en el centro económico del imperio
español, en el puerto universal, por ella circulaba la plata y el oro, a tal
punto, que el siglo XVI es denominado como “el siglo de la plata” no sin razón
ostentaba el lema: “Quien no ha visto Sevilla, no ha visto maravilla”. En la
obra de Luís de Peraza: “Historia de la Ciudad de Sevilla” (Historia de la
nobilissima e imperial Ciudad de Sevilla) escrita en 1535, el documento más
antiguo sobre esta urbe, se relata cómo la ciudad se asombraba con la llegada
del oro del Perú hacia 1536. Una ciudad maravillosa cuya imagen queda para la
posteridad en los en los grabados del artista flamenco Joris Hoefnagel o Georg
Hufnagel publicados en 1588 en la obra: “Civitates Orbis Terrarum” (Ciudades del Mundo). Por este
puerto circulaban gente de toda suerte:
judíos conversos, moros, clérigos, plebeyos, esclavos, entre otros. Era de
algún modo la puerta a la América.
Este complejo proceso de fusión de las
etnias naturales de América y las traídas de África por los europeos lo han denominado
Calderón, Hopenhayn y Ottone (1996) tejido intercultural que viene a formarse
como fuerza de la modernidad, la interculturalidad de América Latina, de la
cual los latinoamericanos forman parte de sus tradiciones étnicas y culturales
que como he comentado en líneas precedentes tienen raíces muy profundas que hay
que buscarla muy lejos en el tiempo: en Europa, Asia, África. Por ello
Hopenhayn en Follari y Lanz (Comps.) (1998) sostiene la tesis del sincretismo
cultural como fundamento histórico, que es desde esta visión de donde se debe mirar la identidad
latinoamericana como producto de la combinación de varios elementos raciales,
que Carlos Fuentes, en entrevista de Sergio Marras (1992) citado por Calderón, Hopenhayn
y Ottone (1996); Hopenhayn en Follari y Lanz (Comps.) (1998) denomina
“indo-afro-ibero-américa”.
Para ahondar más en este complejo proceso
racial y cultural, que vino de Europa a la América, que fue una especie de
aluvión cultural, de contactos entre pueblos que se viene dinamizando y
decantándose desde la antigüedad, que es
con la monarquía española de Carlos V y Felipe II cuando se potenció de manera
impredecible y sin antecedentes, al respecto Garrido (2008) lo expresa de esta
manera:
La monarquía de España toda la España y sus islas, el
reino de Nápoles y de Sicilia, el estado de Milán, muchas fortalezas
diseminadas en los principados italianos, los principales puertos: Hercole,
Telemón, Longone en Toscana, Mónaco en Liguria; En (sic) Francia el condado de
Flandes y el condado de Borgoña; y, demás, toda la América boreal y austral, en
la parte marítima, con infinitas islas y todo el círculo de África con su mar
excepto la parte boreal, donde los mahometanos tiene Marruecos, Tlemecén,
Túnez, Trípoli y Egipto. Y también todos los litorales de Asia meridional,
excepto unos pocos, con el otro hemisferio por ellos poseídos. Este hemisferio
era América en el cual se estructuraría con el tiempo Iberoamérica, (p. 38-39).
Ahora bien,
este complejo mosaico cultural y racial, que llegó a lo que hoy es muchos casos
los cronistas de indias deformaron con su visión euro céntrica, cegados por el racionalismo
con su lógica negadora, dogmática y reduccionista, unido al dogma católico
exacerbado por el fanatismo, dibujó en el horizonte una sobrerrealidad, un mundo fantástico y
maravilloso; alucinados por la sed de poder y sometimiento y negación del otro
y de imposición ideológica —la de la Corona y la de la Iglesia— para justificar
las ideas más absurdas. Y no sólo eso, Cristóbal Colón en el primer viaje cree
llegar a las tierras del Gran Can, Quisay, a Cipango (Japón), escuchar
ruiseñores cantar, un ave que como se sabe, no existe en suelo americano. Tiene
la impresión de que la gente de esta latitud era muy mansa, sin armas, vivían
de forma paradisíaca, afirmaciones estas que dio pie para que Tomás Moro
escribiera su famosa obra: “Utopía”. En el
tercer viaje, de las tierras de Macuro, Venezuela, dice que pertenecen a
Asia. Este mundo de fábula y mito visto por los cronistas de indias, más tarde
va a ser la materia prima de García Márquez en su realismo mágico. Siguiendo
esta idea, los españoles cuando llegan a Colombia, en lo que hoy es municipio
Boyacá, donde estuvo la cultura monquirá encontraron unas esculturas
megalíticas en forma de falo, símbolo de fertilidad para la tribu, les pareció
infernal, diabólico, razón por el cual apodaron el lugar como “el infiernito”.
Con una visión delirante de la realidad, los conquistadores
catalogaron a los pueblos originarios de América como bárbaros, atrasados, sin
embargo, los estudios hoy en el campo de
la arqueología, contradicen esta argumentación. Por ejemplo, la cultura
Teotihuacán (México) nos dejó un complejo piramidal que tiene su homólogo en
Egipto, inclusive, una de sus pirámides, la Pirámide del Sol, es la tercera más
grande del mundo. En México estuvo también la cultura azteca o méxica que tuvo
como asiento la ciudad de Tenochtitlán, considerada por Hernán Cortés, conquistador
de esta ciudad, según su “Segunda Cata de Relación”, segunda parte, escrita el
30 de octubre de 1520 dirigida al Emperador Carlos V, que era tan grande como
Sevilla y Córdova. Cabe recordar que Sevilla era la ciudad más grande de Europa en el siglo XVI. La civilización quechua o
inca que se extendió por lo que hoy es Perú, Colombia, Bolivia, Ecuador,
Argentina y Chile, tuvo entre sus grandes logros, construcción de vías de comunicación que cruzaban el
imperio en la costa y en la sierra, de unos 30.000 kilómetros, mucho más extensa que la Gran Muralla China
con sus 8.851 kilómetros. En la sierra construyeron puentes, escalinatas y
túneles. En el Perú, la civilización moche o mochica nos dejó la tumba del
Señor de Sipán descubierta en 1987, con
ostentosos tesoros a la altura de los que se han encontrado en Egipto. La cultura maya (actual Guatemala,
Belice, Honduras, El Salvador y parte de México) nos dejó una escritura
jeroglífica que tiene su igual en el jeroglífico egipcio. La cultura caral
(Perú) desarrolló conocimientos en los campos de la astronomía,
aritmética, geometría, física, medicina.
De modo que estas adjetivaciones negativas a los nativos del continente
americano se sustentan en una profunda ignorancia, y en la idea de subyugación
y de invisibilizar al otro.
En relación a la negación del otro Calderón,
Hopenhayn y Ottone (1998) escriben:
Por nuestra propia precariedad sustancial
nos hemos constituidos basados en la negación del otro, y esta negación del
otro es un cimiento en el imaginario latinoamericano: signo, estigma, fantasma.
La identidad basada en esta negación siempre es una identidad postergada: el
criollo es no-indio, pero eso no lo hace europeo; su compulsión a huir de la diferencia le impide
ver la diferencia fuera y dentro de sí, con
lo cual niega parte de su propio ser. En un sentido positivo, la
evidencia de nuestra incompletitud, el carácter no-cerrado de los sentidos que
nuestra propia cultura produce, (p. 71).
Por lo tanto, de acuerdo con Hopenhayn
(2002), la negación del otro es negación del multiculturalismo, es decir, el
reconocimiento unilateral de una cultura como válida frente a otras que se les
niega legitimidad. Es anacrónica la dicotomía: bárbaro-civilizado como
invisibilización de la diferencia, debido a que en el tejido intercultural de
nuestro “ser” latinoamericano se hace explícita según Hopenhayn (ob. cit.) en
la música, ritos, danza, arte, literatura, etc. En este sentido se debe abogar
por un multiculturalismo proactivo, como este autor ha denominado la
conciliación de las diferencias con la igualdad de oportunidades de los
distintos grupos e identidades culturales que se mueven por el tejido social.
Llegó la hora de reflexionar en torno a la identidad (¿Qué somos?), y el cambio
debe ser el objeto de reflexión en América Latina. Al respecto es oportuno
citar a Fuentes, (1994) citado por Cervigón en Garrido (2008), quien señala:
Cuando nos independizamos de
España en 1821, tres siglos después de la conquista, el movimiento liberal y
modernizante decidió dejar atrás el pasado. Junto con las demás repúblicas
hispanoamericanas nos lanzamos a la imitación extratológica de las leyes
francesas, británicas y norteamericanas, convencidos de que su simple transferencia a nuestro suelo pobre,
explotado e injusto nos convertiría instantáneamente en sociedades prósperas y
democráticas. Este ejercicio olvidó una cosa pero consagró otra. Olvidó que no
podrá haber sociedad democrática sin continuidad cultural. La renuncia
independentista al pasado indígena, juzgado de bárbaro, y al pasado español
juzgado oscurantista, nos obligó a improvisar una cultura democrática
inexistente. En cambio, la nación fue erigida como un compromiso entre el
imperialismo español derrotado y los separatistas, caciquiles (las
republiquetas en Suramérica) animados por el derrumbe del imperio español. Los
liberales querían un país legal. Pero sus fachadas constitucionales sólo
escondían el país real que los conservadores querían conservar, (p. 12).
Cabe recordar al respecto, lo planteado
por Calderón, Hopenhayn y Ottone (1996), la negación del otro, en la región de
América Latina, se refleja en la discriminación de las etnias indígenas y
afroamericanas, que para estos autores, el negro es visto como factor de
atraso. Una realidad que no se interrumpe, se transforma, que no pudo cambiar
la revolución de independencia, ni con las empresas modernizadoras, ni con el
estado de derecho.
Lo
mismo pasó con lo que Darcy Ribeiro denomina “pueblos trasplantados”, grupos
étnicos que vinieron de Europa a la América Latina a raíz de la Segunda Guerra
Mundial procedentes de España, Italia, Polonia, Rusia, entre otros, donde sufrieron violencia política e ideológica, exclusión
socioeconómica, represión étnica y religiosa; a su llegada a esta región le
fueron negados sus derechos de
ciudadanía política, repitiéndose la “dialéctica de la negación del otro”, es decir, “…se diferencia al otro
respecto se sí mismo y en seguida se lo desvaloriza y se lo sitúa
jerárquicamente del lado del pecado, del error o de la ignorancia”, Briceño (s.
f.), citado por Calderón, Hopenhayn y Ottone (1996, p. 64).
Esa otra cara
de los negados, de convertirse en negadores; desvalorizados que desvalorizan al
otro, es un cambio social que produce el fruto de la orfandad existencial,
identidades frágiles, fugaces… Esta es el fantasma de la modernidad, su lado
oscuro, que todavía gravita en la sociedad latinoamericana: integrados y
excluidos, revertir este proceso, según Calderón Hopenhayn y Ottone (ob. cit.)
constituye un proceso poblado de obstáculos.
Con razón, Simón Bolívar, citado por
Rangel (1992), hacia 1830 expresaba, en tono pesimista lo siguiente: la América
Latina es ingobernable, el que sirve a una revolución ara en el mar, lo único
que uno puede hacer es emigrar, la Gran Colombia caerá en manos de la multitud
desenfrenada para pasar después a tiranuelos de todos los colores y razas,
devorados por todos los crímenes, caerá en el caos primitivo. Esto sería el
último período de Latinoamérica. Este es nuestro ahora. ¿Qué hacer? Al respecto
Calderón, Hopenhayn y Ottone proponen las siguientes líneas de acciones:
-Expandir en la ciudadanía derechos
políticos, civiles y sociales.
-Valorar la diversidad cultural y el
pluralismo cultural.
-Promover la autonomía y roles sociales con respecto a los partidos
políticos y el Estado.
-Impulsar la autogestión, la cooperación y
la microempresa a nivel local.
-Y establecer los lazos de reciprocidad y
solidaridad.
Además de estas medidas, Hopenhayn (2002)
se debe propender al establecimiento de medidas y programas de acción para que
las poblaciones indígenas administren y
gestionen sus propios territorios y recursos naturales; conciliar las
diferencias con la igualdad de oportunidades de los distintos grupos e
identidades culturales que constituyen
el tejido social.
Es una obligación de los Estados de la
región, promover y realizar foros, convenciones, tratados internacionales,
bases jurídicas en los países latinoamericanos para poder avanzar hacia el
logro de una sociedad más justa y equitativa, para que la “negación del otro”
quede en el pasado, porque hoy sabemos, sin lugar a dudas, que más que una
realidad, la dicotomía: barbarie-civilización, civilización-barbarie: es un
prejuicio, como lo demostró el Proyecto Genoma Humano.
MUESTRA VISUAL
José Graterón Luque. Autorretrato (2015). Fotografía del artista.
Colección Manuel Bas Caracas, D.C., Venezuela
José Graterón Luque. Autorretrato (2016). Fotografía del artista.
Colección Manuel Bas Caracas, D.C., Venezuela
REFERENCIAS
—Azurara,
Gomes Eanes de. (1453/1988). Crónica del
Descubrimiento y Conquista de Guinea y Otros relatos. [Chronica do
Descobrimento e Conquista da Guiné]. (1a. ed.). España: Editorial Delgado Luís
José Antonio.
—Calderón,
F., Hopenhayn, M. y Ottone, E. (1996). Esa esquiva modernidad. Desarrollo,
ciudadanía y cultura en América Latina y el Caribe (1a. ed.). Caracas:
UNESCO/Editorial Nueva Sociedad.
—Cortés,
Hernán. (1520, Octubre 30). Cartas de Relación. Segunda Carta de Relación de
Hernán Cortés al Emperador Carlos V. Segunda Parte. [Catas de Relación en línea].
Disponible: www.antorcha.net/biblioteca_virtual/historia/relacion/2_2.html
[Consulta: 2016, Febrero 08-09].
—Garrido,
J. (2008). De la Monarquía de España a la República de Venezuela. Caracas:
Universidad Monteávila.
—Ghershman,
Eduardo. (2006, Enero01). Característica del ADN y el código genético de los
humano. [Documento en línea]. Disponible: www.galileo.com/ciencia/biologia/adn/molecula_vida.htm
[Consulta: 2016Febrero 19].
—Hopenhayn,
M. Tribu y metrópolis en la postmodernidad latinoamericana. En R. Follari y R.
Lanz, (Comp.) (1998), Enfoques sobre Postmodernidad en América Latina (pp.
19-35). Caracas: Editorial Sentido.
——————————.
(2002, Febrero). El reto de las identidades y la Multiculturalidad. Revista de
Cultura Pensar Iberoamérica. Nº 0 (p. s/n.). Madrid: Organización de Estados
Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura. [Revista en línea].
Disponible: www.oei.es/pensariberoamerica/ric00a01.htm
[Consulta: 2016, Enero15].
—Osorio,
Diego (Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela). (1597).
Título de Encomienda de Indios del Valle de Maya dado a Gaspar Camacho por Don
Diego de Osorio, Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela.
Santiago de León de Caracas. En S. R. Cortés (Comp.), (1971), Antología
Documental de Venezuela 1492-1900. Materiales para la Enseñanza de la Historia
de Venezuela (pp. 114-115). Caracas: Editorial Pregón.
—Peraza,
Luís de. (1535/1992). Historia de Sevilla. Sevilla, España: Secretaría de
Publicaciones de la Universidad de Sevilla. [Libro en línea]. Disponible: https://books.google.co.ve/books?id=Lx7im7VjsbgC&pg=PA100&ipg=PA100&dq=luis+de+peraza+historia+de+sevilla&source=bi&ots=NYX5TtraAT&sig=rX4qSyflQCfe84_MR4S3BGJUHY&hl=es-419&sa=X&sqi=2&ved=0ahUKEwi0s_qWhirLAhXGcD4KHaf5A-kQ6AEIMTAD#v=onepage&q=luis%20de%20peraza%20historia%20de%20sevilla&f=false.
[Consulta: 2016, Febrero, 19-21].
—Potier,
Antonio. (1789, Mayo 31). Disposiciones Regias para la Educación, Trato y
Ocupación que había de darse a los Esclavos en las Colonias de España en
América. Real Cédula e Instrucción de 31 de mayo de 1789 (Código Negro). Aranjuez.
En S. R. Cortés (Comp.). (1971), Antología Documental de Venezuela 1492-1900.
Materiales para la Enseñanza de la Historia de Venezuela (pp.178-184). Caracas:
Editorial Pregón.
—Rangel, C.
(1992). Del Buen Salvaje al Buen Revolucionario (11a. ed.). Caracas: Monte
Ávila Latinoamericana, C. A.
—Sepúlveda,
J. G. de. (1550/1996). Tratado sobre las justas causas de la guerra contra los
indios (1a. ed.: 3a. reimpr.). México: Fondo de la Cultura Económica.
—Universidad
Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas (Comp.). (2013).
Juan de Torquemada. (1592-1593/1613). Monarquía Indiana (3a. ed.). México:
Autor. [Libro en línea]. Disponible: https://www.historias.unam.mx/publicadigital/monarquía/volumen/01/01Preliminares/miv1001.pdf. [Consulta: 2016, Febrero 9].
—Vuestras, Altezas
Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. (1492, Abril 17). Las Capitulaciones
de Santa Fe. Santa Fe de la Vega de Granada. En S.R. Cortés (Comp.). (1971),
Antología Documental de Venezuela 1492-1900. Materiales para la Enseñanza de la
Historia de Venezuela (pp. 1-2). Caracas: Editorial Pregón.
Esp.(bi) TSU Víctor A. Hernández: Editor.
Los Teques, estado Miranda, Venezuela, junio de 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario