CLARINES UN PUEBLO
HECHO DE RECUERDOS REMEMORA A ALFREDO ARMAS ALFONZO
Manuel Bas
Dr. en Cultura y Arte para América Latina y el Caribe
Instituto Pedagógico de Caracas
manuel.bas@hotmail.com
Caracas, D. C., Venezuela, agosto 2021
El 6 de agosto de 1921, nace en Clarines,
estado Anzoátegui, Venezuela, Alfredo Armas Alfonzo. Fallece en Caracas el 9 de
noviembre de 1990. El mes y año en curso celebramos el centenario de su
nacimiento. El lugar donde nacemos, han dicho los poetas, se lleva en el alma.
Naturalmente, a la vista de las personas, unos más y otros menos, y quizás
algunos lo expresan con más devoción y ahínco; hasta hacen del recuerdo de su
pueblo un oficio, para mantener vivo en el presente un ayer, que fue presente,
y evitar que pase al oscurantismo de la historia. De este linaje de escritores,
es Alfredo Armas Alfonzo. Estamos frente a un escritor de variada pluma, se
interesó por la crónica, el ensayo, la
entrevista, el reportaje, el testimonio, la nota, la leyenda, el álbum
familiar, con admirable estilo y motivación; haciendo de la cuenca del Unare,
como ha dicho Luis Alberto Crespo, su fuente de inspiración. Le interesaba,
avaramente, preservar la memoria de su poblado: Clarines, su gran legado.
Alfredo Armas Alfonzo es la memoria viva
de su pueblo: Clarines, con sus calles, las tradiciones; de un Clarines del
trae del recuerdo sus vivos y sus muertos, su geografía, su historia, y sus
personajes. Desfilan por su pluma Felipa Pérez y Vicente Freire, uno de los
fundadores de Clarines aquel 7 de abril de 1594 en el lugar de Aripata.
Asimismo, del 19 de este poblado recuerda a su bisabuelo Cándido Rojas,
carpintero de ribera, quien construyó la balandra “Constitución”, una
embarcación que contribuyó al desarrollo económico del lugar, pues servía de
transporte del carbón y del cazabe que se producía, navegando el río Unare
hacia su boca para dar con el mar Caribe y hacer navegación de cabotaje hasta
el Puerto de la Guaira. Una travesía marítima que describe Guillermo Meneses en
su obra: La Balandra Isabel llegó esta
tarde. Rojas además, era gran tallista, talló El Crucificado que se encuentra en la Iglesia San Antonio de Padua, como lo
reseña Armas Alfonzo en su libro: Un pueblo hecho de recuerdos Clarines bien
lejos. Por Armas Alfonzo tenemos noticias además de la muerte de Don Manuel
Correa, propietario de las embarcaciones: “La Eureka” y la “Lieja”, aquel 23 de diciembre de 1920,
en vísperas de las Mercedes. Y de un ríochiqueño, Armando Rafael Andrade, que
en palabras del escritor: “llegó a Clarines, nadie sabe buscando qué otra
oportunidad que no fuera la de vivir, escotero como ha sido siempre el hecho de
su existencia, montó una carpintería donde ofreció la confección de la mesa del
tamaño que se le exigiere y la urna de la calidad que se le requiera”. Que
además era un gran pintor, cosa, que según Armas Alfonzo, siempre negó,
argumentando, “que era carpintero, no pintor”.
No se puede hablar de estos dos seres
extraordinarios, que arriban este 2021 al centenario de sus nacimientos, y
dejar de lado a Claudio Alén, quien en ese año 56 tuvo la ocurrencia de
comprarle un cuadrito por un fuerte (cinco bolívares) de la Iglesia a Armando
Rafael Andrade, que el pintor veía desde el bajo de Casilda, y que en una
venida de Caracas a Clarines, Alfredo Armas Alfonzo lo vio en la oficina del
telégrafo que atendía Alén, la cual cautivo su atención, preguntándole: ¿quién
la pintó? —Respondió el telegrafista—
Armando. Fue de esta manera que ese año, se conocieron dos personajes de
Clarines que siempre van a ser recordados. Y que hoy me permito reseñar. Ese
año, dice el escritor, fue un año trágico para Claudio Alén, pues fue trasladado
a Barcelona, en una oportunidad en que se dirigía a Puerto La Cruz muere
trágicamente en un accidente automovilístico, que al decir, Armas Alfonzo: “con
su muerte se le secó a Clarines un costado”. El destino del otro amigo, fue
ambivalente, se movió entre el éxito de ser un gran pintor, pero su sombra, en
lo personal, no fue una vida nada agraciada. Alén y Andrade, fueron
inmortalizados por la pluma del escritor.
Lo cierto es, dice Armas Alfonzo: “Le
compramos el paraván, donde estaba pintado un paisaje del Cerro los Chivos y un
cuadrito de La Casa del Negro Lucas,
el hijo inolvidable de Carmen Camero”. Esos cuadros van en 1957 al XVIII Salón
Oficial de Arte Venezolano en el Museo de Bellas Artes, Caracas, de allí son
enviados, ese mismo año, a la IV Bienal del Museo de Arte Moderno, Sao Paulo,
Brasil. El cuadro, que al mismo tiempo era el anuncio de la carpintería, que a
las vistas de los transeúntes lugareños no tenía mayor importancia, porque era
tan solo una propaganda. Que el carpintero, decidió realizar para promover su
naciente negocio, y fue así que se le ocurrió la idea de hacer un parapeto con
un paisaje de Clarines, que además le añadió, con una envidiable caligrafía, un
texto que daba a conocer la razón social de su negocio, de esta manera: “Se
hacen urnas y toda clase de muebles a la medida calidad garantizada Armando R.
Andrade precios convencionales Clarines Distrito Bruzual Estado Anzoátegui
Venezuela América del Sur”. Dicho aviso, Alfredo Armas Alfonzo, para enviarlo al
Salón Oficial de Arte Venezolano, tuvo que recortarle las bases, que luego más
tarde, confesaría dolerle en el alma haberlo hecho.
No ha escapado de la mano del escritor el
hecho narrativo tan trivial, tan cotidiano como la elaboración del cazabe, que
Él denomina: nuestro pan de palo nacional,
al que le dedica una paciente detallada descripción, con una prosa sencilla
refinada con la sencillez del costumbrista del 19 venezolano y, la fluidez de
los escritores de la vanguardia literaria. Asimismo, con el mismo ímpetu, pasa
por su pluma, los tiempos de morrocoyar, referido a una costumbre en Clarines
de salir a buscar morrocoyes para elaboración del cuajado, que según el
escritor, sin este delicioso y sofisticado plato, “En Clarines, una Semana Santa sin morrocoyes no era nunca una
buena Semana Santa”.
Alfredo Armas Alfonzo, tiene la gran virtud
de hacer de las cosas más sencillas, motivo narrativo. Los sucesos cotidianos
de la vida, los convierte en algo sublime, gracias a su don narrativo y
creativo. Los temas tratados por este narrador sui generis, muchos de nuestros
escritores no se atrevieron abordar por tratarse de sucesos sin importancia,
que no merecían ser reseñados. Que a diferencia de la narrativa costumbrista,
el escritor se sirve de los géneros expresivos como el ensayo, la crónica, la
entrevista con natural sencillez, pero ajustado a la literatura culta, para de
esta manera penetrar en los recovecos más intrínsecos de la vida humana, tan
detallada, que desnuda lo que acontece en una pequeña localidad como Clarines,
que, obviamente, son silenciados por la historia oficial.
En este orden de ideas, refiere hechos de
su infancia en Clarines, como por ejemplo el que denomina: “Las Vegas de doña
Fidelia” donde pasó parte de su infancia, que Él reseña, con nostalgia, de esta
manera: “es uno de esos lugares ineludibles de la infancia: el río enfrente,
poderoso, sin asomos de ninguna muerte, los majestuosos mangos llenando con su
fronda medio mundo terrenal…”. Nos trae además un suceso ocurrido en el río
Unare en tiempo de los vapores que navegan por su cauce, el hundimiento del vapor que cimentó el
prestigio comercial en la localidad, perteneciente a don Manuel García Ramírez,
frente a Machagua, un lugar próximo al puerto de Clarines, que a criterio de
Alfredo Armas Alfonzo: “ahí principia el fin de una era. Refiere además, que
uno de los últimos capitanes muere arrollado por un camión en la carretera de
la costa, mientras trataba de cruzar la vía cargando un huacal de mangos de la
vega de doña Fidelia.
Alfredo Armas Alfonzo, nos dejó con su
escritura, la geografía de un país retratado con las palabras por donde
desfilan personajes y lugares que hubieran sido condenados al olvido. El
recuerdo del Unare, la historia regional y nacional que en Él y por Él se
expresan. Una narrativa difícil de definir, que nos plantea aquella
interrogante que una oportunidad se hizo Luis Alberto Crespo: “¿Cómo llamar
escritura sólo a una obra que nos hace oírnos y mirarnos de continuo?
Alfredo Armas
Alfonzo. (1981). Un Pueblo Hecho de Recuerdos. Clarines Bien Lejos. Cuadernos
Lagovén. Caracas: Lagovén Filial de Petróleos, S. A. Colección Manuel Bas
Caracas, Venezuela.